
Hora del deceso 3 AM, paro cardio respiratorio. Miro las cosas que rodean al viejo muerto de frío. Una frazada sucia, restos de mandarina en un vaso de lata, una botellita con un líquido naranja y todo alrededor y debajo de el,decenas de hojas de diario. La gente se amontona.Comienzan a discutir sobre las necesidades básicas y condiciones dignas que cualquier ciudadano necesita para no morir. Comida, casa, trabajo…la recreación que da la tele, la información de Internet. Enumerábamos lo que teníamos y luego clasificábamos en “imprescindible o no”. La gente se termino yendo la lista era interminable y en la clasificación nacía la culpa. ¿Si alguien tiene cosas de demás, es porque tiene cosas de otro?
-¡Ma si!, si yo labure como un perro para tenerlas. Dijo el ultimo en irse.
Invierno. Buenos Aires. Elecciones.
En un rincón del cuarto están las boletas del ahijado del “Capitán coraje y mordaza”, mas allá “El gran orador de extrañas alianzas” que quiere ser re elegido, mas acá el “Empresario” con su limitada mirada, al lado alguno que otro fundamentalista. Y muy cerca, los de siempre, el “yo me opongo”, los relegados, los que votamos por enojo a los otros o para mantener el resto de inocencia que nos queda. La ilusión de ser un grano de arena que lucha por la certeza de hay montañas de arena.
Las montañas de arena son imponentes pero vulnerables al viento, pierden forma, se dividen, se amotinan. Las montañas de arena tienen Principios pero no tienen cima. No se puede escalar en ellas, los pies se hunden quedan siempre abajo. Quizás sea ese el encanto, el goce de la lucha en si misma.
A La gente le encanta discutir. Están indignados porque la mesa abrió a las 9.Exigen que se le agradezca el haber ido a votar.
Doblo la boleta, la pongo en el sobre, el sobre en la urna, me voy. Justo me llega un mensaje de texto. “¡Por favor, el estado de esa escuela!,el cuarto oscuro parecía un baño químico, eran tan finitas las paredes que todos oyeron cuando enojada rompí la boleta.
"Éstas son las últimas cosas –escribía ella–. Desaparecen una a una y no vuelven nunca más. Puedo hablarte de las que yo he visto, de las que ya no existen; pero dudo que haya tiempo para ello. Ahora todo ocurre tan rápidamente que no puedo seguir el ritmo. No espero que me entiendas. Éstas son las últimas cosas. Una casa está aquí un día y al día siguiente desaparece. Una calle, por la que uno caminaba ayer, hoy ya no está aquí. Incluso el clima cambia de forma continua: un día de sol, seguido de uno de lluvia; un día de nieve, luego uno de niebla; templado, después fresco; viento seguido de quietud; un rato de frío intenso y hoy, por ejemplo, en pleno invierno, una tarde de luz esplendorosa. Es así, cuando la fe desaparece, cuando comprendes que ni siquiera te queda esperanza de recuperar la esperanza, cuando la política no es una herramienta, entonces tiendes a llenar los espacios vacíos con sueños, pequeñas fantasías y cuentos infantiles que te ayudan a sobrevivir" Paul Auster - "El país de las ultimas cosas"