Los animales que nos dejan: Las piaras















Ciertas madrugadas bandadas de jóvenes salían expulsados a contraviento. Jamás se los volvía a ver. El polvo levantado por sus huellas, mantenía al pueblo congestionado.

Con su primera hija,Nora,lo hizo a la vieja usanza, lo sucedido con su segunda hija, Ana, constó en su declaración:Había sido un accidente.
Cuando llegaron los dolores de parto, estaba en el chiquero. Las venas rojas e hinchadas serpenteaban su rostro, apenas si pudo arrastrase unos metros y acomodarse en el tronco caído. Se le abrió mas, donde dolía y coronó el niño. Mientras ella cortaba el cordón umbilical con sus dientes, la piara hambrienta olía al niño que sostenía entre sus brazos. Dada tal amenaza arrojó el pedazo de ombligo que los animales devoraron ansiosamente.Ya a salvo,lloró.No había podido enterrar el cordón, su hijo algún día se iría para no volver.

Lo cierto era que de un tiempo a esta parte las mujeres estaban confabulando en contra de la ordenanza y no estaban enterrando el cordón.
Ana no dudo en aprovechar su madrugada, la intuyó claramente,llego implacable como un viento intempestivo, convertida en aluvión salió impulsada violentamente, gozando de la sensación de que no había nadie mirando y cuando dios no ve, nace un mundo de infinitas posibilidades.

Nora respiró el polvo dejado por ana, luego se cubrió con la frazada. A Ella le esperaba otro día mas de trabajo: sujetar firmemente el animal entre sus piernas, en el bulto blandito de su cuello propinar la cuchillada certera para no entumecerle los nervios. Cuando el chancho deja de luchar sumergirlo en el agua hirviendo para descuerarlo, las manos rápidas despellejaran los pedazos de piel restante.Ya en carne viva y rosada el bisturí lo zanja desde el cuello hasta el ano. Luego abrirlo haciendo presión sobre las costillas y una vez partido, desorganarlo. El corazón, el hígado, fundamentalmente tener cuidado con la vejiga, que es como una bombita de agua tibiecita que podría echar a perder la carne. Resta escurrirlo colgandolo de un gancho sujeto en la viga del alero mientras uno tiene tiempo de lavarse el delantal ensangrentado.

Norita se dio vuelta en la cama refunfuñando, alguien tenia que matar para que otros coman. Su raíz la ahogaba y ni a llorar le habían enseñado.

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