
Después del tercer sacudon, ya no habia pared entre ellos y el paisaje desolador. Los 682 presos corrieron despavoridos entre los restos de yeso desparramados.
El,se pudo adaptar rápido, las filas comenzaban en lo que se adivinaba había sido una esquina. La “cola del vaso de arroz por familia”, “La cola del medio litro de agua cada dos”, lo importante era estar encolumnado aun sin saber de que recompensa se tratara.
El camión de acoplado trataba de hacer maniobras heroicas por la estrecha calle llena de escombros.
De casualidad consiguió una lata de atún, siempre se agradece a quien apaga el hambre,en la lata quedaba confirmada la procedencia; la cara sonriente de quien le daba el nombre al “atún Chavez”.
Era la primera vez que El no se sentía distinto a otro. El fuerte prevalecía sobre el fácil de despojar, comía el que fuese mas rápido para saquear, el que fuese mas rápido para correr. Tendrían el privilegio de enterrar a sus muertos, el grupo que pudiera adelantarse en la fila de los que llevaban su cajón a cuestas.
En una ambulancia había nacido un niño, habían encontrado gente viva después de tres días de supervivencia bajo las ruinas. La policía cuidaba la precaria propiedad privada y se había convertido en un comando represivo anti saqueo.
También se escucho decir que habían atrapado a 62 de los presos de Pisco.
Si uno se queda quietito deja de tener destino. Porque el destino esta en los pies de quien camina, pero el lo tuvo que regalar y se quedo esperándolos a la vera del camino, con suerte si lo extraditaban a una cárcel de Lima, tendría comida y frazadas secas.
Por fin el camión consiguió doblar y estacionarse, casi de inmediato se formo una cola, la esperanza colectiva se centro en comida, agua o remedios…
Las remeras eran de fino algodón, una por familia, por delante y por detrás podia leerse la inscripción: “Municipalidad de Lima. Sigue construyendo.”
1 comentario:
Me canso de ver más y más impunidad, uno piensa que en estos casos no va a pasar, que el egoismo y la idiotez se esconden ante tanto horror. Pero no, parece que son más persistentes de lo que uno cree.
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